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reina el esplendor de la luna.
Las horas ya se han extinguido;
dolor y gozo se han disipado.
¡Presiéntelo! Vas a sanar pronto.
Confía en la luz del nuevo día.
Verdean valles, crecen los cerros,
crecen hasta dar umbría calma,
y en cimbreantes olas plateadas
tremolan al aire los sembrados.
Para alcanzar todos los deseos,
mira hacia allá, mira la luz.
Sin darte cuenta quedarás preso.
Despréndete del velo del sueño.
No vayas ahora a acobardarte
cuando la gente vacile y tema.
Todo lo puede el alma noble
que rápida comprende y actúa.
(Un enorme estruendo anuncia que el sol se aproxima.)
ARIEL
Escuchad cómo retumban las Horas
dentro de los oídos del espíritu.
El nuevo día acaba de nacer.
Las puertas se abren con un gran estrépito,
con bríos avanza el carro de Febo.
¡Qué tronar acompaña a la luz!
Hay ruido de tambores y trompetas.
Ojos cegados, oídos aturdidos;
sólo deja de oírse lo inaudito.
Id a refugiaros a las corolas,
adentraos profundamente en ellas
y en el follaje que hay bajo las rocas.
Si os llega a alcanzar, quedaréis sordos.
FAUSTO
El pulso de la vida vuelve a latir fresco y reanimado al saludar con suavidad a la etérea aurora. Tú,
Tierra, también fuiste constante esta noche, me diste aliento reviviendo a mis pies. Ya empiezas a
rodearme de nuevo de deseo, estimulas y excitas la poderosa decisión de buscar constantemente una
existencia mejor. Con la luz de la aurora se abre el mundo. En el bosque resuena una vida que emite mil
voces.Del valle y hacia el valle surgen vaharadas de niebla, pero la claridad del cielo llega hasta el
fondo. Los troncos y las ramas brotan renovados del aromático abismo en el que, hundidos, dormían.
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Un color tras otro va saliendo de las profundidades, y temblorosas perlas gotean sobre las flores y las
hojas. Un paraíso se va creando a mi alrededor.
¡Mira arriba! Los gigantescos picos de las montañas anuncian ya la hora de la máxima solemnidad.
Ellos podrán pronto disfrutar de la luz de lo eterno, que más tarde bajará hacia nosotros. Ya los verdes
prados, que hacen hondonada junto a los Alpes, reciben la nueva luz y la claridad, que gradualmente van
descendiendo ¡Ya aparece!, y ya estoy cegado. Me aparto con los ojos doloridos.
Es como una esperanza anhelante que se abre paso, confiada, hacia el más alto deseo y halla abierta de
par en par la puerta de la realización; pero desde esos fondos eternos se levanta una gran cantidad de
llamas que nos deja atónitos. Quisiéramos encender la antorcha de la vida y nos rodea un mar de fuego, ¡y
vaya fuego! ¿Es odio o amor? Con ardor nos rodean, alternando terriblemente, el dolor y el goce, de modo
que de nuevo miramos a la Tierra para quedar ocultos por el velo más joven.
¡Quede, pues, a mi espalda el Sol! Me paro a contemplar con creciente fascinación la catarata que
atraviesa rápida el desfiladero. De salto en salto, forma ahora mil remolinos y luego se derrama en mil
torrentes que borbotean lanzando al aire su espuma que cae sobre más espuma. Aprovechando esta caída,
se tensa en bóveda, magnífico, el cambiante y permanente arco iris, tan pronto nítido como difuminado en
el aire, que va difundiendo una lluvia fresca y olorosa. Con él se simboliza el esfuerzo del hombre.
Reflexiona sobre este y comprenderás que en el colorido reflejo de la luz está la vida.
PALACIO IMPERIAL. SALA DEL TRONO
(Consejo de Estado aguardando la llegada del EMPERADOR. Trompetas. Cortesanos de todo tipo,
lujosamente vestidos. El EMPERADOR llega al trono, a su derecha el ASTRÓLOGO.)
EMPERADOR
Saludo a mis amados y leales que han acudido aquí de cerca y de lejos. Veo que mi sabio está a mi lado,
pero ¿dónde ha quedado mi bufón?
NOBLE
Iba junto a la cola de tu manto, pero se cayó por las escaleras. Se llevaron su cuerpo grasiento. No se sabe
si ha muerto o estaba borracho.
NOBLE SEGUNDO
De inmediato, con increíble rapidez, ha venido otro a ocupar su lugar. Va muy lujosamente vestido, pero
de modo tan grotesco que a todos sorprende. La guardia le ha dado el alto ante el umbral poniéndole en
aspa las alabardas; pero ahí llega este loco audaz.
MEFISTÓFELES (Arrodillándose ante el trono.)
¿Quién es el maldecido o siempre bienvenido? ¿Quién el anhelado y siempre rechazado? ¿Quién es
siempre puesto bajo protección? ¿Quién es censurado con fuerza y gravemente acusado? ¿A quién no
puedes llamar a tu lado? ¿A quién os gusta a todos oír nombrar? ¿Quién se acerca al escalón de tu trono?
¿Quién se ha puesto a sí mismo en entredicho?.
EMPERADOR
¡Por esta vez ahórrate las palabras! Este no es lugar para acertijos; eso es competencia de estos señores...
Resuélvelos tú, pues me gustará oír tu solución; mi bufón se fue, me temo que muy lejos. Ocupa su lugar;
ven a mi lado.
(MEFISTÓFELES sube y se pone a su izquierda.)
MURMULLOS DE LA MULTITUD
Un nuevo bufón para nuestra desgracia. ¿Cómo vino? ¿Cómo entró? Cayó el viejo y se malogró. Si
aquel era un tonel, este es un palillo.
EMPERADOR
Entonces, amados y leales, bienvenidos aquí qué, procedentes de cerca y de lejos, os habéis congregado
bajo una buena estrella en la que está escrita nuestra suerte y nuestra dicha. Pero pregunto: ¿por qué en
estos días, en que nos despojamos de nuestras preocupaciones, nos ponemos máscaras y sólo querernos
distraernos confiadamente, tenemos que torturarnos reuniéndonos en Consejo? Pero si decís que no
cabe otro remedio y así se ha dispuesto, así sea.
CANCILLER
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La suprema virtud adorna como una aureola la cabeza del emperador. Sólo él puede ejercerla
convenientemente: es la justicia, la que todos aman, exigen, desean y a la que difícilmente renuncian.
Depende de él que esta se le garantice al pueblo. Pero ¿de qué sirven la razón humana, la bondad de
corazón y la buena voluntad cuando todo el Estado está en febril desolación y cada mal da lugar a nue-
vos males? A aquel que desde esta alta sala divisa el Imperio le parece encontrarse en una pesadilla en
la que los engendros crean nuevos engendros. La ilegalidad campa legalmente por sus respetos
desplegando un mundo de terror.
Aquel roba un rebaño y aquel otro una mujer o el cáliz, la cruz y los candelabros de los altares, y se
jacta de su robo durante algunos años con el pellejo a salvo y el cuerpo intacto. Ahora van los
demandantes al tribunal, el juez se pavonea en su escaño mientras sube en colérica riada el creciente
tumulto del desorden. Uno puede alardear de vergüenza y crimen y otro encuentra apoyo en su
cómplice y se oye la sentencia «culpable» donde la inocencia, sola, se defendía. El mundo entero se está [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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